Estamos entrenados a pensar que no debemos sufrir, hemos sido educados por nuestros padres para convencernos de que sufrir es algo dañoso, que sufrir nos puede destruir, que el dolor; que el dolor puede aniquilarnos. Pero el dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. El dolor es tan constructivo como puede ser cualquier alerta de que algo se ha desacomodado.
Es importante, no transformar el dolor en sufrimiento; el dolor es el paso por un lugar no deseado, el sufrimiento es armar una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. El duelo; el duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento y que permite que el dolor pase.
Pero es imposible dejar de desear, y también es imposible poseer infinitamente y para siempre todo lo que deseamos. No somos omnipotentes, ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea, ¿Existe la solución?.
Yo creo que existe y creo que está a la mano para cualquiera, la posibilidad es aprender a entrar y salir del deseo, es desarrollar la capacidad de desear sin quedarse pegado a ese deseo, sin agarrarse como se agarra un alpinista a la soga que cree que le salvará la vida. Aprender es, sobretodo, aprender a soltar; soltar herramientas que ya no necesito, soltar personas que he perdido, soltar situaciones que se transforman, soltar vínculos que cambian, soltar etapas de la propia vida que han quedado atrás soltar los momentos que se han terminado, y cada uno de ellos ha sido una pérdida que hay que elaborar Han sido etapas de mi vida que han pasado y es mi responsabilidad enriquecerme al despedirlas.
"-Gran maestro- Dijo el discípulo -He venido desde muy lejos para aprender de ti, durante años he estudiado con todos los iluminados y gurús del país y todos han dejado mucha sabiduría en mi. Ahora creo que tú eres el único que puede ayudarme a completar mi búsqueda de la sabiduría, enséñame maestro lo que me falta saber.- Baduín, el sabio, siempre sereno, le dijo que tenia mucho gusto en enseñarle todo lo que sabía pero antes de empezar iban a beber un té. El alumno agradecido se sentó junto al maestro. Baduín trajo una tetera y dos tazas de té, ya llenas, alcanzó una de ellas al alumno y tomó la otra. Antes de que el discípulo empezara a beber, Baduín empezó a volcar más té en la taza, ya llena, del alumno. El líquido no tardo en derramarse, -Maestro, maestro por favor deja de echar más té sobre mi taza.- Dijo el alumno. Baduín parecía no escucharlo, luego lo miró a los ojos y le dijo -Hasta que no seas capaz de vaciar tu taza, ni yo ni nadie podremos poner mas conocimiento en ella.-"
Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza, dice Khrisnamurti, sólo sirve cuando está vacía, no sirve una taza llena, no hay nada que se pueda agregar en ella.
Esta es tu vida, vas a tener que deshacerte del contenido de tus tazas llenas si quieres llenarla otra vez. Tu vida se enriquece cada vez que llenas una taza, pero también se enriquece cada vez que la vacías, porque cada vez que vacías tu taza estás abriendo la posibilidad de llenarla de un contenido nuevo.
Y una de las tazas que más me cuesta vaciar, y que ,seguramente, más te cuesta vaciar a ti es la imagen que tenemos del mundo, porque queremos atenernos a que el mundo siga siendo como nosotros lo vimos, porque no queremos aceptar que el mundo cambia, no queremos aceptar que el mundo no es como yo quiero que sea, y que esto implica un duelo. Si me animo a soltar el contenido de la taza de un sueño, quizás, pueda encontrarme en la mejor ruta para descubrir la verdad.
Hamlet Lima Quintana escribió una poesía, "Transferencia", que dice:
"Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se pudiera cortar la primavera,
porque al final de cuentas la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír, de comer una manzana,
de decir algún discurso, de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día,
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza, solo nos cambia los espacios,
los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna, o cruzar a nado un río,
habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte, pero robar la vida,
robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa porque la vida,
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, se semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta, irremediablemente, las tinieblas."
Claro que cuesta trabajo soltar aquello que no tengo, claro que es trabajoso poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue. Por supuesto, es el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano y ,sin embargo, no hay otro camino.
Este es el coraje, esta es la fortaleza de la madurez, saber que puedo afrontar lo que me pase, que inclusive puedo afrontar la idea de que alguna vez, alguna vez, yo mismo, no voy a estar. Quizás pueda, por el camino de entender lo transitorio de todos mis vínculos aceptar también algunas de las cosas que son más difíciles de aceptar; que no soy infinito, que hay un tiempo para mi paso por este lugar y por este espacio. Y ,sobretodo, que de debo hacer hoy las cosas que voy dejando de lado.