viernes, 11 de enero de 2013

Para avanzar hay que renunciar

Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó. Soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente, creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída.
Imagínate que vas por una selva, te encuentras un río y debes seguir tu camino. El río es muy profundo, no lo puedes cruzar caminando, no hay un puente, ni un barco, ni un botero, ni un vado. Y entonces, durante días y días, durante semanas o meses te dedicas a construir un bote, un bote que te permita cruzar el río. Y lo haces, y estás contento contigo al otro lado del río porque construiste tu bote que te permitió seguir y piensas: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". Y entonces intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil es tan complicado, tropiezo con cada rama, me llevo por delante cada liana, es imposible. pero persisto, no quiero dejarlo, después de todo a sido tan útil para mi.
Y sin embargo, esto que un día me salvó, este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento.
Ser un adulto significará aceptar que soy capaz de hacerlo una vez más, significará dejar atrás aquello que hoy no me sirve, aquello que alguna vez me sirvió pero que hoy no tiene sentido en este camino y apostar a que si hay un nuevo río seré hoy más sabio para construir un nuevo bote.

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