martes, 13 de noviembre de 2012

El arte del silencio


La palabra es como la piedra, una vez que se lanza, no sabemos el daño que va a hacer. ( A veces alguien dice de otro que ha hecho un comentario: " menuda pedrada" ). 
No hay palabra mejor dicha que la que está por decir; entonces hemos de saber callar y también hablar a su debido tiempo con palabra precisa, correcta y necesaria; pues el tesoro del lenguaje limpio es herencia que todo padre debe dejar a sus hijos. 
Igual que una cicatriz afea un rostro hermoso, la palabra grosera rebaja al hombre más inteligente. 
Y peor todavía si al hablar caemos en la murmuración; entonces sí que podríamos decir aquello de Sócrates: “ Conócete a ti mismo ". 
Y no olvidemos tampoco lo que decía Pascal. " SI LOS HOMBRES SUPIERAN LO QUE UNOS DICEN DE OTROS, NO HABRÍA EN EL MUNDO CUATRO AMIGOS SIQUIERA". 

Es una acertada conducta la de hablar poco, midiendo nuestras palabras, teniendo muy en cuenta el sabio consejo de Séneca: " Jamás me pesó haber callado, pero sí haber hablado". 
Por eso que no se pueda decir de nosotros que nuestra lengua sea o pueda ser la universidad de maldades. 

"Hay muchas reglas gramaticales para aprender a hablar, pero ninguna que yo sepa para saber callar. 
La palabra pertenece 50 % al emisor y 50% al receptor: es sólo la mitad de quien la dice y la mitad del que la escucha, por eso hemos de preferir que se critique nuestro silencio antes que nuestras palabras".
 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Soltar, dejar partir

Todo vale la pena, porque somos quienes somos por aquello que hemos vivido. Somos quienes somos por aquello que algunas otras personas dejaron en nosotros. Pero somos, absolutamente, quienes somos gracias a aquello que hemos perdido, gracias a eso que ya no está.
¿Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren? ¿Basta con mirar al otro fijamente a los ojos? ¿Se alcanza con verlo moverse en el mundo? ¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme?. Si así fuera, ¿Como se explica tanto desengaño? ¿Porque la gente se defrauda tan seguido?, Si en realidad, es tan sencillo darse cuenta de cuanto les importamos o no les importamos a los que queremos, ¿Como puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor? ¿Como pudimos pensarnos queridos, cuando en realidad no lo fuimos?
Como ya dije una vez:  Nadie es más vulnerable a creerse algo falso, que aquel que desea que la mentira sea cierta.
Y es mentira que tenemos que cargar con cada cosa que hemos querido y valorado. Y es mentira que debemos seguir adelante con todo lo de antes, con todo lo que ya no está. Perdemos, perdemos no solo a través de la muerte, si no a través de el abandono, del cambio, del olvido, a través de seguir adelante.
Nuestras perdidas incluyen también nuestras renuncias conscientes o inconscientes, la perdida de los sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, la pérdida de las ilusiones.
Es imposible, es imposible aceptar con una sonrisa, todas las cosas que, lamentablemente, son ciertas e ineludibles.
Hace falta aceptar la verdad que no queremos, de asumir de una vez, y para siempre que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos, que ,esencialmente, estamos aquí solos, que tendremos que acertar el amor, mezclado con el odio, con lo bueno y con lo malo, que algunas de nuestras elecciones están limitadas por nuestra anatomía, que no importa cuan listos seamos, a veces, nos toca perder.
Y, no hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal. Porque lo que sigue, después de haber llorado cada pérdida, después de haber elaborado el duelo de cada ausencia, es el encuentro con uno mismo, enriquecido por aquello que hoy ya no tengo, pero pasó por mi, y también por la experiencia vivida en proceso.